Ya no es sólo la violencia, los detenidos y lesionados, ahora también las barras en el Estadio Jalisco ganaron la batalla del graffiti.
Antes, la administración del estadio pintaba las marcas dejadas por los barristas, pero en los últimos meses fueron derrotados.
“Al principio sí pintábamos, pero definitivamente ahorita es incosteable estar repintando, porque al día siguiente ya está el graffiti“, dijo el gerente del estadio, Pedro Herrada.
“Es un problema ya social, que está en todo Guadalajara y definitivamente no es bonito, nosotros repintamos, pero desafortunadamente el estadio no tiene privacidad”.
En últimas fechas toda la fachada del Jalisco, incluido el suelo tiene la “firma” de estos grupos; sin problemas se puede leer “RR” ícono de la Irreverente o “LR” La Reja, ambas agrupaciones de Chivas, o, en su contraparte la “51”, el grupo radical de los atlistas.
El juego es fácil de entender, en pos de marcar territorio, ponen su agrupación y además su barrio y o la firma de quien hizo la pinta. Los rivales al ver que alguien reclama el territorio, “línean”, como dicen en el argot, o dicho de otra forma tachan el graffiti rival, acto seguido, pintan su marca para que se sepa quién invalidó el territorio.
La acción significa una gran afrenta, al grado de que para salvar el “honor” se tiene que ir a buscar al que lo hizo para pelear. Así, se ha caído en la interminable espiral del juego de pintar, tachar y pintar las paredes del Jalisco, haciendo un espectáculo grotesco que emula los barrios más aguerridos de Los Ángeles o alguna cárcel.
Es un juego de poder, que primordialmente se da en la cabecera norte del estadio, lugar por donde entran las barras locales, así que cada fin de semana se dejan “recados” y cuando regresan invariablemente está la respuesta.