Qué dice el graffiti

Lugar donde sucedio la nota:

Autor:   Periodico:   Fecha: 17 noviembre, 1999

Topicos que se abordan en la nota: / / / / / / /

Aborda el fenomeno desde que dimensión de la legalidad:

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Una avenida del Sector Libertad, a lo largo de dos kilómetros y medio, está plagada de graffitis. ¿Qué nos dicen los graffitis? La imagen externa que presentan son inscripciones; dibujos elaborados con pinturas en aerosol fuera de los edificios, sobre las bardas y los muros. Son ilegales y creo que es parte de lo que seduce. Un muro, una barda son límites que marcan la propiedad privada. Marcarlos con firmas es como un reto a esa propiedad, una afronta a quienes son dueños de ella. En mi casa hay lechuzas que, en un hermoso ritual, marcan sus propiedades para que ninguna otra lechuza transite por esos lares. Quedan unas marcas siempre denotando movimiento, pues las hacen en pleno vuelo, y hoy me han recordado a los jóvenes que pintan el graffiti. Pintan porque quieren marcar su territorio, al igual que la lechuza, pero la diferencia es que quieren dejar patente que es suyo en un lugar que no lo es. Y hacen que nuestras ciudades, más que comunidad de hombres, parezcan selvas en donde cada quien lucha por dominar al otro. Violan el derecho a la propiedad privada para hacer privada su propiedad. Los graffiti son un grito estridente de rebelión, una exigencia de ser escuchados. La solución no es tan simple como hacerlos pintar la barda de nuevo o, como leí hace poco, que se invente una pintura que sea antigraffiti, que sea repelente al aerosol. Son remedios inmediatos, pero que no solucionan el problema. Estos jóvenes -digo jóvenes porque no me imagino un cincuentón rayando paredes- están inconformes, protestan, se quejan, se lamentan. Usan mensajes ilegibles para la mayoría y con esto hacen notar su individualismo. Aunque no se entiendan, seguiremos lo dicho por Sófocles: “busca y encontrarás; lo que no se busca permanece oculto”. Los colores, la tipografía que usan, el tamaño de sus signos, todo indica este tipo de mensaje: “me importa poco tu muro, me importas poco tú, sólo me interesa dejar claro que la banda que aquí domina es la mía. Yo soy el que vale”. Entre ellos sí distinguen los símbolos. Protestan sin la aparente intención de ser escuchados. Prohibir con sanciones tampoco creo que aminore el hecho. Incluso a veces lo aumenta. ¿Cuántos de nosotros pintamos las paredes de nuestro cuarto con mucha más emoción que cuando nos daban un pizarrón o algo para hacerlo? Más bien la raíz está en ese afán de dominio. Al igual que a la lechuza, al joven le interesa autoafirmarse. Todos tenemos de alguna forma esa potencialidad creativa dentro, una necesidad de expresar nuestro pensar y sentir. Muchos están pidiendo una guía, no les escuchamos y no la reciben. Tal vez ellos sienten rechazo o no aceptación de su forma de vida, entonces se sienten desvalorizados y utilizan el graffiti como un intento para reconciliarse con la vida. Y entonces, en lugar de quejas, enojos, litros de pintura o resignación de ver las calles pintarrajeadas por qué no buscar entender esta necesidad que tienen de ser aceptados. Cuántos de ellos serán artistas en potencia, personas sensibles ante la belleza, seres humanos capaces de conmocionarse ante las necesidades ajenas. Debemos pues, más que sancionar, dar cauce a esos ímpetus, platicar con ellos, formarlos en la verdadera valoración de sí mismos, aceptarlos. Buscar de alguna forma satisfacer sus necesidades, responder a sus problemas tanto a nivel humano como espiritual. Abrirles horizontes. La única forma de que respeten nuestros muros y nuestras casas es que se respeten ellos mismos. Que no requieran de un frasco de aerosol para sentir seguridad personal. Hacerles entender que no existe otro ser en el universo igual que ellos, que son incomparables, irrepetibles. Intentar acercarnos a ellos, abrirles horizontes de educación, de cariño, de trabajo, hasta incluso dar espacios donde puedan desarrollar esa potencialidad creativa. Y no sólo en pintura, sino también en otras ramas de artes plásticas, o escultura, o teatro, o música. Estoy convencida que muchos de esos jóvenes tienen talento; trazan con mano agresiva, pero suelta; invaden, pero reflejan decisión. Vamos tratando de entender más allá del trazo gráfico que vemos y ofrecerles una sociedad comprensiva y abierta ante otras formas de pensar y vivir. Mientras, ustedes jóvenes, ¡respeten los muros ajenos! legorreta@infosel.net.mx Elisa Legorreta es pintora.