El muro no solamente es un elemento de mampostería que separa pueblos, como el Muro de Berlín, o el imaginario, pero también real, muro “de la tortilla”, que nos separa de nuestros vecinos del norte
Mural: expresión pictórica plasmada sobre un muro. Muro: obra de albañilería que aísla, que separa. Guadalajara: ciudad de murales, privilegiada por los artistas Orozco, Siqueiros, Chávez Morado, De Lara Gallardo, éste último gran artista, único en el género de la pintura mural religiosa, que ha enriquecido nuestros templos con su arte; los invito a admirar en el templo de San Bernardo su última obra monumental. Mural. Esta expresión artística la toma como blasón nuestra casa editorial y, protegida por el sólido escudo del hombre de fuego de Orozco, se lanza a la conquista de los lectores tapatíos ávidos de información. El muro no solamente es un elemento de mampostería que separa pueblos, como el Muro de Berlín, o el imaginario, pero también real, muro “de la tortilla”, que nos separa de nuestros vecinos del norte. Existe también un muro de lamentaciones, lugar de arrepentimiento y de alabanzas a Dios. Los muros en nuestro Jalisco tienen más valor que cualquier documento legal para proteger la propiedad; en nuestras calles contemplamos muros saturados de propaganda política para un pueblo de ingenuos que todavía cree. Hay otros muros donde se sublima espontáneamente el espíritu chocarrero, bromista y dicharachero del mexicano (el desquite anónimo). Muros que anunciaban algunos establecimientos comerciales, que han quedado plasmados en novelas e historietas regionales, como el de aquella panadería de Lagos de Moreno, ubicada en una esquina, y que en uno de sus costados decía así: “Panadería de pan”, y a la vuelta terminaba “Filo Romo”. A propósito de esta broma laguense, leyendo de reojo y con rapidez el encabezado de un diario del que me reservo su nombre, se leía algo digno de plasmarlo en una esquina de Lagos: Labastida promete gobernar con los pies… (y a la vuelta) bien puestos sobre la tierra. Como pueden ver, al mejor cocinero se le va un garbanzo. Cómo podemos olvidar los muros de los baños públicos o de las gasolineras, que portaban mensajes alusivos al uso o a las condiciones poco higiénicas en que se encontraban tan indispensables servicios. Frases célebres que se repetían de baño en baño, como una que decía así: “Por favor, después de hacer uso del servicio, no deje la mercancía en el mostrador”, haciendo alusión a lo incomodo que resultaba desahogar la apremiante necesidad fisiológica en un incómodo inodoro inglés, diseñado para ser cómodo en el hogar, pero antihigiénico e inapropiado para lugares públicos, por lo que las personas que exoneraban en dicho lugar se obligaban a hacerlo en una incomoda postura, conocida popularmente como “de aguilita”, con lo cual, frecuentemente fallaban dar en el blanco. Aquí les va un remedio para exterminar y erradicar de nuestros muros las expresiones artísticas, nada decorativas, de nuestros grafiteros: Sugiero que, cuando menos en cada esquina de la ciudad, se ponga un letrero remplazando al antiguo y ya no operante, y mucho menos respetado, que decía “prohibido fijar propaganda o rayar paredes, las personas que así sean sorprendidas serán consignadas a la autoridad”, en vista de que ya ni a los niños asusta este coco, como decía, sugiero que se reemplace por uno más práctico y que va de acuerdo con nuestra idiosincrasia: “Si tu padre fue pintor y heredaste sus pinceles, píntale el C…arro a tu madre y no pintes las paredes”. Recordemos que lo más sagrado para los mexicanos es nuestra madre, así que estoy seguro que ningún grafitero se atrevería a ofenderla.