Acto protagónico  

Ven en pintas un reflejo del estado actual de la sociedad. Graffitear monumentos históricos puede denotar descontento

Graffitear sobre un monumento histórico tiene un propósito claro: conseguir notoriedad y ganar reputación entre los amigos del barrio, pero el acto también puede leerse como una acción de protesta e inconformidad con el sistema, expresan expertos entrevistados.

Dos adolescentes de 16 años rayaron el pórtico del Teatro Degollado. También dejaron su marca en el Museo Regional de Guadalajara, en la cabeza de Quetzalcóatl y en un módulo de policía de la Plaza Tapatía.

Entre las ocho columnas centrales del teatro, Josué y Saúl pintaron la palabra “darkness” (oscuridad) que se repitió en otros de los monumentos utilizados como lienzo, según recuerdan el par de policías que los detuvieron.

“Seguramente sacaron fotos para luego presumirlas entre sus amigos, pero seguramente son chavos que no están bien metidos en el movimiento graffitero”, reflexiona el académico Rogelio Marcial, experto en temáticas juveniles.

La acción generó toda clase de reacciones en redes sociales, a favor y en contra, pero los entrevistados concluyen que el acto buscaba protagonismo, aunque también hacer una protesta.

“Hay intencionalidad en el acto, me parece lamentable, es una manifestación ilegítima de descontento, pero también es una forma de hacerse visible.

“De unos años a la fecha ha habido reivindicaciones de tribus urbanas en espacios simbólicos para la sociedad, esperemos que no sea el caso, pero al hacerlo en el Teatro Degollado definitivamente en automático se provoca notoriedad y relevancia y hace que las autoridades volteen”, describe Carlos Lara, experto en políticas culturales.

Para el académico de la Universidad de Guadalajara y doctor en antropología social, Armando Bogar Escobar Hernández, graffitear una serie de símbolos en el Centro de la Ciudad manda un claro mensaje de descontento.

“Es un acto que demuestra la insatisfacción vital del entorno que le toca vivir a estas generaciones que están envueltas en la retórica oficial, en medio de un sistema policiaco con fuertes sospechas de corrupción, con un sistema educativo privatizado, dudas de orden religioso.

“Esto provoca que los jóvenes vean literalmente una sociedad oscura”, expresa Escobar Hernández.

 

 

Dejar huella

 

Según Marcial, académico de El Colegio de Jalisco experto en tribus urbanas, el mensaje que quisieron enviar Josué y Saúl iba dirigido a sus conocidos, no era una expresión directa de descontento social o político, sino que la palabra darkness está relacionada al nombre del crew al que pertenecen, pero al rayar el Teatro Degollado demostraron no estar muy al tanto del movimiento graffitero.

Y es que el académico señala que hay un código no escrito entre los graffiteros, que hay que rayar en un lugar que dé prestigio, es decir un sitio de difícil acceso como un espectacular o muy vigilados como un módulo de policía y está prohibido rayar sobre un tag o la firma de otro graffitero.

“Hay un código de no dañar lugares históricos, entre ellos monumentos, porque saben que eso puede provocar la rabia de la sociedad, enrarecer el ambiente y generar medidas policiales más fuertes, mucha más persecución y condena pública”, añade el académico.

 

 

Alerta

 

Pero para Escobar Hernández no habría que tomar tan a la ligera el mensaje. Hay que buscar mecanismos para conectar con los jóvenes y conocer qué está causando que rompan el respeto al contrato social.

“Es una llamada de atención, una llamada de alerta, creo que Guadalajara es una sociedad enferma de individualismo, en la que cada uno de sus integrantes está en pugna por esta presión de alcanzar el éxito, ser famoso, tener prestigio”, expresa Escobar Hernández.

El arquitecto y experto en patrimonio cultural, Ignacio Gómez Arriola, manifiesta que el graffiti es una expresión artística que debe fomentarse, pero dejar en claro que hay espacios en los que sí es prudente y algunos más en donde definitivamente está prohibido ejercerlo, como en el caso del Teatro Degollado.

“Puede uno respetar este tipo de expresiones cuando se hacen en un muro neutro, pero cuando hablamos de los monumentos implica otra cosa y aquí estamos hablando de una falta de respeto al símbolo colectivo, para imponer un símbolo individual, es un precedente muy negativo”, interpreta Gómez Arriola.

 

 

 

 

 

Intensa madrugada

 

Un largo camino recorrieron los dos adolescentes por la madrugada del lunes para dejar sus marcas en el Centro.

· El Teatro Degollado fue la pinta más visible e indignante. Finalmente tras escribir “darkness” fueron detenidos y llevados a disposición de las autoridades.

· La Cabeza de Quetzalcóatl, ubicada en la Plaza Tapatía, también fue marcada por estos adolescentes.

· Ni el módulo de la Policía de Guadalajara se salvó. Esto refleja un desafío a la autoridad.

· El Museo Regional de Guadalajara tuvo marcas en Pino Suárez e Independencia.

 

 

Otras marcas

 

Museo de Arte Raúl Anguiano

 

· Uno de los murales que decora el recinto del Ayuntamiento de Guadalajara (Av. Mariano Otero 375) sufrió vandalismo desde 2016. El graffiti no se ha borrado todavía.

 

 

Templo de Santa Mónica

 

· Este complejo religioso barroco del siglo 18, ubicado sobre la Calle Reforma 409 tampoco se ha salvado de las rayas, incluso graffiteado durante su restauración hace tres años.

 

 

Templo San Francisco

 

· En agosto de 2016 un amplio graffiti se instaló en las paredes de cantera de esta vieja edificación del Templo de San Francisco (Av. 16 de Septiembre 295), que data del siglo 17.

 

 

 

 

Rogelio Marcial

Académico

 

“Seguramente ‘darkness’ es el nombre del crew y lo hicieron para darse a conocer, creo que los chavos lo que querían era algo de popularidad, que los ubicaran en el barrio”.