Rechazado, combatido y sancionado por la autoridad, el graffiti ha encontrado un nuevo espacio para hacerse ver: una revista mensual.
Editada en la Ciudad de México, aproximadamente 30 mil ejemplares de la publicación “Graffiti, Arte Popular” se distribuyen en las principales ciudades del País desde finales del 2002, entre ellas Guadalajara y Monterrey.
“La gente se queja de que cree que nosotros lo estamos promoviendo. Nosotros no lo promovemos”, asegura Patricia Villarejo, su jefa de información, “es algo que está y lo sacamos en una revista, y aparte tiene mucha aceptación. No estamos promoviendo el graffiti como tal”.
“Graffiti…” comenzó como una edición especial de otra revista, titulada “Tatuajes y Perforaciones”.
En junio “Graffiti…”, de contenido eminentemente gráfico, llega a su séptimo número, en el cual se incluye un artículo sobre lo que se necesita para hacer un graffiti, entrevistas con jóvenes que lo practican y varias fotografías de pintas en bardas de todo México.
En el reverso de la portada, los mismos editores advierten a sus lectores que el graffiti es una práctica penada en algunos estados.
“Fuimos con Gobernación, existe la Comisión Calificadora de Publicaciones. En ella platicando vimos que no había inconveniente, que al contrario, esto podría ayudar un poquito a no meter tanto desorden dentro de lo que es el graffiti“, recuerda Germán Flores, editor responsable de la revista.
“Ha sido muy polémica”, reconoce, “otras gentes creen que con esto estamos involucrando más a la gente a practicar esto”.
Según Villarejo, en “Graffiti…” se promueven los buenos trabajos, sobre todo los legales.
“El legal es cuando le piden permiso a los dueños de las bardas y les llevan un boceto y se ponen de acuerdo con toda su tribu, que es una banda con la que ellos se identifican. Cada uno de los graffiteros debe pertenecer a uno de estos para poder rayar las paredes, a un ‘crew’.
“Los ilegales sí llegan, son los que más se esconden, pero sí mandan sus trabajos. Son los que lo hacen en el Metro, esas cosas”, comenta, “lo que más nos interesa es que se vea que es legal el trabajo que están haciendo estos chavitos”.
Villarejo indica que mensualmente los graffiteros les envían entre 150 y 180 mensajes por correo electrónico con fotografías de sus pintas.
“La labor que podemos desempeñar es realizar un tipo de muestrario, un catálogo de los diferentes graffitis que hay, para que por lo menos si hacen algo, si esa inquietud existe y si ese desahogo mural se desarrolló, mejor lo damos con la mejor calidad posible”, expresa por su parte el editor responsable.
“Nos dimos cuenta que existe una escuela de graffiteros, que no es tan ambiguo como suponíamos. Vimos que convenía hacerlo”, añade.
La jefa de información agrega que se ha incluido una sección llamada “Grandes graffiteros de la historia”.